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Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

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Felipe De La Mata Pizaña*Magistrado del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación

 

El pasado 30 de octubre, la Sala Superior del TEPJF anuló la elección del ayuntamiento de Tlaquepaque, Jalisco, al advertir que la injerencia de un alto jerarca de la Iglesia en los días previos a la jornada electoral comprometió la integridad de su resultado, en el que sólo hubo 1.29 por ciento de diferencia entre el primero y segundo lugares**.

Para comprender la decisión, es necesario tener presente que la Constitución reconoce a nuestro país como una República laica en la que, por razones históricas, el Estado y la iglesia están explícitamente separados. Esto significa que la vida política del país, que incluye las elecciones, no debe estar sometida al poder simbólico de la religión, a la influencia de sus actores ni a la fuerza de sus dogmas.

Esta es la razón por la que en el texto constitucional se prohíbe expresamente que los ministros de culto realicen actos de proselitismo a favor o en contra de candidaturas, partidos o cualquier clase de asociaciones políticas.

En su discurso, el ministro de culto destacó la importancia de “proceder debidamente” en las elecciones, al alertar que “si ganan los que están en el poder se viene la dictadura”, lo que calificó de “un sistema comunista socialista que esclaviza”.

Además, expresó que estaban en riesgo aspectos tales como la familia, en tanto “este gobierno ha adoptado la ideología de género”; la libertad religiosa, ya que “el sistema comunista-marxista así lo pide”; y la seguridad nacional y la paz, pues “los gobiernos se han aliado con los malhechores, con los cárteles”. Por ello, solicitó expresamente que la gente pidiera a Dios la sabiduría para votar de una manera provechosa para México.

Esas declaraciones no fueron hechas por un ministro de culto cualquiera.

Su autor se desempeñó de 1994 a 2011 como arzobispo de la arquidiócesis de Guadalajara, en cuya circunscripción se encuentra Tlaquepaque; además es uno de los siete cardenales con los que cuenta México, situándose apenas por debajo del Papa en la jerarquía de la iglesia católica.

Por ello, la influencia religiosa y moral que ejerce sobre sus feligreses debe reconocerse como especialmente relevante, pues incluso hasta la fecha se ostenta como arzobispo emérito.

Si se considera que casi el 90 por ciento de la población de Jalisco profesa la religión católica, que Tlaquepaque es el tercer municipio con más creyentes en el estado y que el mensaje se publicó durante el periodo en el que las preferencias electorales se definen, es claro que no podía garantizarse que el resultado tan cerrado hubiese sido producto de una decisión libre de injerencias religiosas.

Especialmente si se toma en cuenta desde una visión consciente del contexto comunicativo, político y social en el que se originó, que el propósito del mensaje fue desalentar el voto hacia el partido que obtuvo el segundo lugar.

Es cierto que la nulidad de una elección debe ser el último recurso que operen los tribunales electorales. Sin embargo, cuando lo que está en entredicho es la integridad de los resultados ante la inobservancia de un principio constitucional tan fundamental, las consecuencias no pueden ser menores.

Así que, independientemente de las convicciones individuales, corresponde a la judicatura electoral garantizar que las elecciones nacionales se lleven a cabo sin intervención de las iglesias o los ministros de culto.

*Agradezco la colaboración de Aarón A. Segura Martínez en el presente artículo.

**SUP-REC-1874/2021 y acumulado.